El documento resalta cinco casos (Claudia Julieta Duque, Hollman Morris, Daniel Coronell, Gonzalo Guillen y Carlos Lozano) de periodistas que fueron víctimas de interceptación de comunicaciones, seguimientos, amenazas, espionaje y de una campaña de desprestigio —práctica poco analizada e informada por los medios de comunicación—.
Precisamente, dicha práctica fue denunciada hace un año por Duque y Morris, en una rueda de prensa que, lastimosamente, poca resonancia tuvo, pero que hoy les da la razón. “El periodismo independiente está herido de muerte”, señaló el director del programa Contravía en esa oportunidad.
La “propaganda negra”, como la denominaban en el DAS, pretendía —según los documentos encontrados por el CTI de la Fiscalía— acabar con la credibilidad del periodista (crítico del gobierno Uribe) y establecer una campaña de desprestigio a nivel nacional e internacional, además de conocer las fuentes de información. Una práctica sin antecedentes en nuestra democracia.
La FLIP también señala que, si bien las investigaciones han avanzado, es muy poca la información que se tiene en el caso de los periodistas.
Libreta en Contravía consultó a Cecilia Orozco, una de las periodistas y analistas políticas más respetadas en el país, para reflexionar sobre las consecuencias de la “propaganda negra” que se llevó a cabo desde el organismo de inteligencia contra los periodistas independientes.
Orozco, entrevista y escribe semanalmente en el diario El Espectador. Recientemente fue galardonada con el premio nacional de periodismo Simón Bolívar, en la categoría “Mejor columna de Opinión”, con más de 25 años de ejercicio periodístico, es una mujer apasionada por el oficio.
Julián Martínez Vallejo: ¿Qué efecto puede tener sobre el trabajo y la credibilidad de los periodistas críticos del gobierno la propaganda negra que se orquestó desde el DAS contra ellos?
Cecilia Orozco Tascón: La propaganda negra que se orquestó desde el DAS —yo diría más, la propaganda sucia—, tenía un objetivo muy claro: desprestigiar el trabajo del periodista; llevar a las personas —a los lectores, oyentes y televidentes— a dudar de si este periodista estaba trabajando sinceramente por su oficio y por dar una información, pero si lo hacía por razones de periodismo o por razones políticas personales, porque el ex presidente Uribe quería dar a entender era que cada periodista que se oponía a él, tenía un objetivo político claro. O estaba con el terrorismo y la guerrilla o estaba con fuerzas oscuras —que podría ser cualquiera que no fuera sana—.
El objetivo claro era el desprestigio, y yo creo que, en muchas ocasiones, logró su objetivo. Porque las audiencias, algunas veces, empezaron a dudar de ciertos periodistas, de cuáles eran, en realidad sus fines últimos cuando estaba ejerciendo periodismo. Y, la verdad, es que esos periodistas atacados eran los periodistas más valientes, más independientes; eran, tal vez, los mejores en una época tan difícil del periodismo colombiano.
J.M.V.: ¿Qué opinión le merece que esa propaganda negra que se orquestó desde el DAS —como objetivo del grupo ilegal G3—, coincida con el discurso del ex presidente Álvaro Uribe?
C.O.T: Estamos todavía en los procesos judiciales, el ex presidente Uribe no ha sido vinculado, formalmente, a ninguna de esas investigaciones, pero es claro que su discurso, y lo que después de fue descubriendo que hacía el DAS, clandestinamente, tenían una coincidencia.
Lo que el ex presidente Uribe decía en sus discursos, aparentemente, frenteros —como él los llamaba— y lo que, por debajo de cuerda, estaba haciendo el DAS, que es el cuerpo de inteligencia de la Presidencia de la República, llevaban al mismo objetivo e iban contra las mismas personas, los mismos periodistas.
Hollman Morris era atacado, Hollman Morris era investigado clandestinamente por el DAS; Daniel Coronell era atacado en público por el ex presidente Uribe y después descubrimos que estaba siendo investigado, clandestina e ilegalmente, por el DAS; Ramiro Bejarano —columnista de El Espectador y abogado de una contraparte de Uribe, ni más ni menos, que, en ese momento, ex presidente de la Corte Suprema de Justicia— era investigado ilegalmente con su cliente César Julio Valencia y eran permanentemente atacados por el ex presidente. Como estos casos, hay otros más.
¿Esa coincidencia indica que el DAS estaba ejecutando un plan ordenado desde la Presidencia de la República? No lo sé, pero se parece mucho.
J.M.V.: Uno de los objetivos del DAS, que se dio en el caso particular de Daniel Coronell, como lo reveló Marta Inés Leal, ex subdirectora de Análisis del DAS, quien dijo que Andrés Peñate (ex director del DAS), por orden del entonces presidente Uribe, el propósito era establecer las fuentes, ¿qué análisis hace usted ante esta revelación?
C.O.T.: Es clarísimo para mí. Si eso resulta cierto, y yo no veo por qué una persona se va a autoincriminar con mentiras, y si la señora Leal está diciendo exactamente lo que pasó, es claro que lo que buscaba el gobierno, era identificar a las fuentes, ¿para qué? Para coger a las fuentes, tomarlas e intimidarlas, callarlas o, claramente, para castigarlas en su entorno laboral o en su entorno profesional o para iniciar con ellas, a su vez, un plan de desprestigio.
Obviamente lo que querían contar era la relación entre la fuente y el periodista, para que el periodista no pudiera descubrir qué era lo que estaba pasando en el fondo. Y Daniel Coronell lo logró muchas veces.
J.M.V.: La propaganda negra que se ha ejercido contra los periodistas críticos ha tenido un efecto en la opinión pública, ¿cómo revertirlo?
C.O.T.: Yo pienso que el efecto importante de esa campaña contra el periodismo independiente tuvo su máximo resultado en épocas en que el poder de Álvaro Uribe era muy evidente, porque era el presidente de la República y este es un país presidencialista. Ahora que él es ex presidente, siento que ha disminuido mucho el poder de él y el poder de lo que hizo.
Ahora la gente se está cuestionando mucho más que antes; antes era una isla quienes criticábamos lo que estaba pasando con el gobierno. Pero no quiere decir que no haya un grupo importante de personas que todavía piense que Álvaro Uribe tenía toda la razón en lo que dijo porque, ellos sí, tienen claramente definida su orientación política. Coinciden, políticamente, con el lado ideológico de Uribe y, en consecuencia, tenderán siempre a estar de acuerdo con lo que él dijo.
Pero, en términos generales, si usted me pregunta, yo diría que hoy —así haya algunos que aparezcan en los foros de internet, así haya otros que insulten por las emisoras a periodistas como Daniel Coronell, como Hollman Morris, como Ramiro Bejarano, como María Jimena Duzán, hay un grupo importante—, no es masivo.
Usted ahora se da cuenta que la gente empezó, con todos los descubrimientos que se han ido conociendo —a través de las personas que han confesado del DAS y de otras personas, que no fueron del DAS, pero que tuvieron que ver con el tema—, los colombianos han ido descubriendo a un Álvaro Uribe que no quisieron ver cuando tenía poder, y yo creo que, en esa medida, se va a ir revirtiendo la “mala fama” —si es que uno pudiera llamarlo así— de los periodistas. Y, por el contrario, pienso que esos periodistas van a tomar mucho más valor ahora, de aquí para delante.
J.M.V.: ¿Qué opinión le merece que unos periodistas hayan coordinado publicaciones con el DAS para desprestigiar, por ejemplo, a la Corte Suprema de Justicia?
C.O.T.: Yo diría que, en términos generales, en cuanto al papel del periodismo, en esos ocho años del gobierno Uribe, que ciertos medios de comunicación, que tienen, a su vez, mucho poder de prensa, lo que hicieron fue bajar la guardia. Convivir que es mucho más fácil que enfrentar.
Convivir con el poder político que era muy avasallante, y uno que otro tuvo la consciencia clara de colaborar con ese tipo de cosas, pero yo quisiera creer que más bien lo hicieron porque son condescendientes con el poder, que les gusta el poder, que porque fueron parte de un plan.
Es notorio que ciertos medios de comunicación eliminaron, o le bajaron mucho el perfil, a las notas que iban en los artículos, a las investigaciones, a las crónicas, a los reportajes y a las entrevistas que iban en contra del poder político.
Pero también es cierto que hubo algunos individuos dentro del periodismo y dos o tres medios de comunicación de los tradicionales, que siguieron haciendo su tarea, y uno tiene que rescatar eso, porque, en medio de las dificultades que se vivieron, no obstante que el gobierno siempre estaba alardeando que habían menos periodistas muertos en esta época y que los periodistas estaban siendo protegidos por el Estado —como si eso fuera un favor y no un deber—, había que tener valor para enfrentarse a esas situaciones. La historia del periodismo lo tendrá que reconocer.
J.M.V.: ¿Qué mensaje le envía usted a los colombianos que creen que la propaganda negra que se orquestó contra determinados periodistas es cierta?
C.O.T.: Si yo fuera una colombiana que no tuviera nada que ver con los medios de comunicación, tendría muy claro —porque no estamos hablando de gente que no tiene la capacidad de pensar—, a qué medio me está transmitiendo qué y por qué.
De alguna manera, algo positivo que salió de esta etapa difícil para el periodismo colombiano, de aparente protección a sus derechos y de aparente libertad —porque era claro que no había una censura abierta—, pero de un plan por debajo de la mesa muy sutil en un comienzo y en unos años, ahora puesto al descubierto, de intimidación, si algo bueno quedó de eso fue que la cultura política del colombiano en general subió uno o dos grados, no lo suficiente todavía, pero yo sí pienso que hoy el colombiano puede discernir mejor qué medios de comunicación están informándolo y cuáles son sus intereses. Y también puede pensar bien y puede distinguir qué periodistas son independientes cuáles no lo son.
No creo que el colombiano de hoy sea menos capaz que el de hace ocho años. Yo pienso que eso es una cosa positiva que salió de la crisis.