miércoles, 24 de junio de 2009

MEMORIA: Apuntes de una libreta*

Ese día don Guillermo se levantó de repente y abrió el baile con su inseparable Ana María, para bailar un bolero. Bailó uno y después otro y bailó todos los boleros que interpretaban Los Isleños.

Ese día, el pasado 19 de abril, todos los redactores de este diario, los que hoy lo lloramos, estábamos celebrando con él, en familia, el premio que le otorgó el Círculo de Periodistas de Bogotá por su Libreta de Apuntes, sus apuntes dominicales, sus reflexiones profundas, valerosas, honestas... Ese día estaba contento. Tanto que a pesar del rubor que le envolvió la cara —¡era tan timido don Guillermo!—, se atrevió a levantar la voz para pedir una canción: ¡quería bailar "La Cuchilla" al estilo carrilera! Nosotros, los que no llevamos en el periódico más de diez años, los que pertenecemos a la última generación de periodistas que ha llegado a esta Casa, los últimos que tuvimos la fortuna de recibir sus enseñanzas, sus lecciones de rectitud, de integridad, los que aprendimos con él a ejercer este oficio sin agachar la cabeza, los que seguiremos ejerciéndolo así en memoria suya, nosotros nunca lo habíamos visto bailar.

"Si creen que les voy a agradecer están muy equivocados porque yo padezco ese mal incurable que se conoce como la alegría a los homenajes", nos dijo, después de que Mike Forero Nougués pronunció unas palabras para ofrecerle ese ágape cordial con el que quisimos decirle que nos sentíamos orgullosos de trabajar a su lado.


A su lado, sí. Porque don Guillermo no era el director adusto, no era el jefe autoritario. Era, en el trabajado del periódico, como en sus apuntes dominicales, como en sus notas editoriales, el más auténtico de los demócratas.

Alérgico a los homenajes, a las grandes reuniones, a los cocteles y a todo tipo de celebraciones mundanas, don Guillermo no quiso agradecernos con palabras: era tan tímido para la palabra, como valiente para expresar en la máquina de escribir sus opiniones sobre su amado, maltrecho país. Pero nos agradeció con sus sonrisas, con su sencillez, con su sentido del humor. Nos agradeció cortando la oreja de la lechona que le ofrecíamos —recordando quizás sus épocas lejanas de taurófilo bohemio— y dando después la vuelta al ruedo entre los aplausos de su gente.

Así era don Guillermo!

Ese día nos pidió que siguiéramos con él en la lucha por defender los valores de la dignidad, la honestidad, la responsabilidad en el periodismo. Y dijo, ay!, que ojalá todos los años fueran como éste, que apenas comenzaba!

Don Guiller, seguiremos en esta lucha por usted, por su memoria. Pero ojalá, don Guiller, que los años que vienen no sean como éste. ¡Por eso, seguiremos luchando!

*Artículo originalmente publicado en El Espectador. Viernes, 19 de diciembre de 1986. Pág. 4A: Bogotá.
NOTA: La caticatura es una replica de la hecha por Héctor Osuna en 1986 que fue publicada en el diario El Espectador. La copia es de mi autoria.

1 comentario:

german yances dijo...

La gran lección de Don Gullermo Cano fue la dignidad y el compromiso del periodista con la sociedad. Lástima que ahora ese compromiso sea con las fuentes y los grandes capitales.