lunes, 22 de marzo de 2010

Ante el sacrificio de Guillermo Cano en El Espectador “siguen adelante”

El martes 22 de marzo de 1887 se fundó en Medellín el periódico El Espectador para servir a Colombia y para salir en defensa de las libertades y de la moral pública. Fidel Cano Gutiérrez, director fundador, escribió: “El Espectador trabajará en bien de la patria con criterio liberal y en bien de los principios liberales con criterio patriótico”, que constituye su principio editorial.


En su aniversario 123, El Espectador —que es dirigido por Fidel Cano Correa, biznieto del fundador y sobrino de don Guillermo Cano— sigue construyendo un estilo de independencia, de crítica y análisis desde todos los puntos de vista. El 11 de mayo de 2008 logró volver a la circulación diaria, después de 7 años de ser semanario.

Esta conmemoración nos recuerda la lucha del diario en los años 80 contra el poder de la mafia. Ya en ese entonces, don Guillermo Cano Isaza le advertía a la sociedad colombiana —desde su “Libreta de Apuntes”— el peligro de que el narcotráfico permeara los valores de diferentes estamentos de la sociedad y advertía que, de seguir esta alianza, —entre los sectores de la sociedad y las mafias—, el país terminaría en las manos de los capos de la droga.

Por ello, vale la pena recordar al insigne periodista que “se metió en tan valientes batallas”, como lo recuerda su sobrino Fidel, que dirige El Espectador actualmente.


Julián Martínez Vallejo: ¿Cómo fue su relación con Guillermo Cano Isaza?

Fidel Cano Correa: Pues la relación de tío a sobrino. No tuve la fortuna de trabajar con él, yo estaba estudiando cuando ejercía como director de El Espectador y cuando lo mataron. De manera que era una relación mucha más familiar; por ahí nos veíamos en los encuentros de familia en una finca que teníamos, pero ellos eran los que más la visitaban, entonces yo me les pegaba en esos paseos.


J.M.V.: ¿Gracias a la labor que hizo Guillermo Cano con el país despertó el olfato periodístico en usted?

F.C.C.: Siempre hubo una gran admiración hacia don Guillermo por toda la labor que hizo como periodista. Lo aprendí a conocer leyendo sus columnas y sus editoriales y, evidentemente, toda la familia despertó ese gusto por el buen periodismo. Todos los familiares fuimos trabajando en el periódico, pero él era la cabeza editorial y el director, quién se metió en tan valientes batallas. Él siempre fue un gran ejemplo de periodista.


J.M.V.: Cuando vivía Guillermo Cano él representó la conciencia del país, ¿el periodismo actual en Colombia puede acercarse al grado de sinceridad que caracterizó a don Guillermo?

F.C.C.: Yo creo que debería, lo que pasa es que el periodismo escrito era más influyente de lo que es hoy en día. Sin embargo, sí creo que ese tipo de compromisos se podrían asumir más seriamente, pero es muy poca la gente que asume el periodismo de esa manera. En su momento, no había otros periodistas que denunciaran como don Guillermo.

J.M.V.: ¿Por qué don Guillermo Cano era tan confiado si sabía del peligro que representaba denunciar el narcotráfico?

F.C.C.: Hay que ver que en ese momento era otro país. Aunque había temor al revelar verdades —por la época del narcotráfico y el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla (ministro de Justicia, asesinado el 30 de abril de 1984)—, realmente nadie —ni sus hijos, ni siquiera él— se esperó que los tentáculos de esas personas llegaran hasta el punto de asesinarlo.


Don Guillermo siguió los principios de sus antepasados: don Fidel, el fundador de El Espectador, que estuvo preso innumerables veces por decir la verdad y denunciar, nunca dio un paso atrás para que no lo encarcelaran peleando por la libertad de expresión. Su padre Gabriel vivió la dictadura de Rojas con el cierre del periódico, enfrentados a la pobreza mientras no podían tener el periódico. En ese momento don Guillermo ya era periodista y también vivió la dictadura, él tenia todo ese ejemplo para asumir que el periodismo no es un negocio ni solamente una profesión sino un compromiso con una sociedad, para cumplir la labor de buscar la verdad y hacer un país más decente, que fue la gran lucha de Guillermo Cano; y eso estuvo por encima del bienestar y la seguridad de él mismo.


J.M.V.: ¿Usted cree que él tenía miedo de ser amenazado?

F.C.C.: Es muy difícil decirlo, él era muy encerrado en sus cosas, en si mismo. Por lo que dice su familia más cercana —su esposa y sus hijos—, él nunca manifestó que tuviera temores, sin embargo, está la famosa última entrevista que le dio a Cecilia Orozco (el 15 de diciembre de 1986) en la que dice que él no sabe qué pueda suceder al salir de las instalaciones del periódico. De manera que don Guillermo era consciente que había una amenaza latente, un peligro, pero él jamás pensó que las circunstancias llegaran hasta allá.


J.M.V.: Si usted tuviera la oportunidad de devolver el tiempo, ¿le impediría a don Guillermo que denunciara con nombre propio a los jefes del narcotráfico por proteger su vida?

F.C.C.: Él sabía lo que estaba diciendo y a lo que se enfrentaba. No tenía la dimensión de que lo iban a matar, pero era consciente del tamaño de su enemigo, ya le habían matado a su amigo Rodrigo Lara. Eso hubiera sido inútil, seguramente yo hubiera tratado de que se cuidara un poco, pero yo creo que él jamás hubiera aceptado dejar de decir algo por temor.


J.M.V.: ¿Valió la pena el sacrificio de don Guillermo Cano?

F.C.C.: Digamos que nunca vale la pena algo que cueste vidas. Si no hubiera existido Guillermo Cano en este país habría caído más bajo y, aunque se cayó, gracias a él las cosas fueron mejores y no se tocaron fondos peores.


Me parece que la muerte de Guillermo Cano fue una bofetada para el periodismo colombiano, ahí se despertó mucha gente, los periodistas se dieron cuenta de cuál era el tamaño del poder que tenía el narcotráfico y qué era lo que pretendían estas personas.


J.M.V.: ¿Cuál es el recuerdo más impactante que usted tiene de ese 17 de diciembre de 1986 negro para todo el país?

F.C.C.: Son muchos, pero obviamente en el momento de la noticia —eso no se me borra—, yo estaba en mi casa escuchando un partido de fútbol en la radio, cuando oí el extra de Yamid (Amat), y a mí me tocó ir a decirle a mi papá que atentaron contra la vida de mi tío Guillermo —en ese momento no se sabía que estaba muerto—. Recuerdo ese viaje en el carro desde la casa a la clínica en el CAN y pues cuando íbamos llegando en la radio dijeron que estaba muerto.


También recuerdo el recorrido del entierro hasta el norte de la cuidad, había una cola de gente multitudinaria, eso sólo lo volví a ver con la muerte de Jaime Garzón, las personas en los puentes, todo el mundo con pañuelos blancos, tirando flores, fue una cosa impresionante, que en medio de ese dolor era como un espaldarazo, como un orgullo de la importancia del periodismo.


Y el otro recuerdo es el día del silencio de los medios, al otro día que no hubiera radio, que no hubiera televisión, que no hubiera periódicos y la marcha que hicimos en silencio por toda la avenida Jiménez hasta la plaza de Bolívar fue también muy emocionante, muchísima gente, todo el mundo en silencio, eso fue muy esperanzador en medio de toda esa tristeza, esos son los momentos que más recuerdo.


J.M.V.: ¿En ese momento ya se veía como periodista?

F.C.C.: Yo estaba estudiando literatura y filosofía, pero desde el comienzo, cuando decidí estudiar eso, estaba pensando en periodismo. Entonces sí, aunque no había entrado a trabajar en el periódico, había escrito algunas cosas. En el momento del asesinato de mi tío comience a hacer las prácticas en El Espectador.


J.M.V.: ¿Usted siguió la costumbre de la prensa por tradición de su familia ó porque efectivamente es lo suyo? ¿Por qué no la radio ó la televisión?

F.C.C.: Porque yo nací dentro del periódico. Yo pasaba mis vacaciones en la redacción del periódico, incluso hacia un impreso que vendía en vacaciones a la gente que trabaja en el periódico, mi sitio de juego era en los rollos de papel en la bodega con mis primos (risas). Siempre estuve ligado a la prensa escrita, de ahí a radio o a televisión, eso problema de personalidad con esta timidez y poca habilidad para hablar, no creo que tuviera ningún futuro en algún medio audiovisual (risas).


J.M.V.: Guillermo Cano simbolizaba el alma del periódico, ¿qué sería de El Espectador si estuviese vivo?

F.C.C.: Ni idea. Yo creo que de alguna manera menos mal a él no le tocó vivir la crisis, no le tocó ver que El Espectador saliera de las manos de la familia, pues finalmente por haber hecho ese periodismo, El Espectador llegó a la quiebra por mantener, por poner —como siempre en toda su historia— por encima del negocio el periodismo. De manera que yo creo que hubiera sido muy triste para él haber visto algo así. Queda la duda si Guillermo Cano hubiera logrado mantener el periódico por encima de la quiebra, y yo creo que ni siquiera eso lo hubiera salvado.


J.M.V.: ¿En qué circunstancias Guillermo Cano hubiese vendido El Espectador?

F.C.C.: Esa es otra gran duda. Su familia inmediata —su esposa y sus hijos— fueron los únicos que vendieron todo; los demás, cuando se dio la venta, quedamos ahí con un porcentaje, que hoy ya no existe. Ellos decían que El Espectador si no es en manos de los Cano ya no es El Espectador. Pero no sé si Guillermo Cano hubiera seguido ese ritmo, yo diría que sí, es muy probable que sí, él hubiera tomado la misma decisión. Los demás pensamos que más valía que siguiera existiendo El Espectador así fueran otras manos. Lo que pensamos los otros, los que no eran de la pura familia de Guillermo Cano, lo que había que garantizar era la supervivencia de El Espectador y dejarlo en las mejores manos posibles.


J.M.V.: ¿Cómo cree que Guillermo Cano hubiera enfrentado el tema de pasar de diario a semanario?

F.C.C.: Con gran dolor, como nos dio a todos tener que pasar a semanario, pero El Espectador ha pasado por épocas mucho más difíciles que la de volverse semanario, y ha sido semanario en otras épocas, y al comienzo salía dos veces a la semana, y ha estado cerrado durante mucho tiempo, y el incendio, y cerrado por la censura muchas veces; de manera que pasar de diario a semanario realmente no es su más grave crisis.


J.M.V.: ¿Ser semanario afecta más a El Espectador económicamente o afecta más a la comunidad colombiana que necesita información a diario?

F.C.C.: En su momento la decisión fue puramente económica, era reducir los altos costos que tenía la operación. El fin de semana es cuando más se mueve la publicidad y era quedarse con el “ahogado y el sombrero”; pero evidentemente que El Espectador siguiera existiendo y que fuera una voz distinta en su formato de semanario, cumple una labor tan importante como diario, obviamente que si está todos los días posiblemente tenga un poco más de influencia que saliendo semanario, pero digamos que lo importante fue que esa decisión fue la que permitió que el Espectador siguiera existiendo. Si hubiera seguido con las pérdidas que traían como diario, finalmente hubiera desaparecido. Además, le permitió recuperar su prestigio y su influencia, porque El Espectador al final cuando estaba de diario, realmente había perdido mucho de su influencia, estaba circulando mucho menos de lo que circula hoy en día como semanario. Eso fue jugada estratégica muy importante, le permitió a El Espectador recogerse un poquito, definir mucho más, volver a hacer ese periodismo combativo y de opinión que toda la vida ha sido y eso le permitió florecer.


J.M.V.: A mi juicio El Espectador quedó en quiebra porque efectivamente se enfocó en denunciar, no tanto por no haber tenido dinero, se quedó sin pautas publicitarias por haber dicho la verdad sin importarle los clientes, por decirlo así, el ejemplo perfecto es lo que pasó con el Grupo Grancolombiano, que fue denunciado por El Espectador, cosa que ni El Tiempo ni otros diarios hicieron por, tal vez, pensar en lo económico.

F.C.C.: Sin duda alguna, pues a mí no me cabe duda. La quiebra de El Espectador se debe a eso, por ahí tratan de decir que los Cano eran muy malos administradores, eso no tiene nada que ver —y puede que hayamos sido malos administradores—, pero el hecho es que llegaron los “magos de hacer plata”, que es el grupo Santodomingo, y el periódico siguió perdiendo el doble de plata que perdía cuando estaba con los Cano, o sea que ese no era un problema de administración o de que hubiera muchos Cano trabajando en el periódico.


En la lucha contra el Grupo Grancolombiano, sólo El Espectador denunció, y hasta que las autoridades no encontraron que era cierto todo lo que decía El Espectador muchos años después, nadie le creyó y todo el mundo se fue contra El Espectador.


J.M.V.: ¿Qué están haciendo los familiares, amigos, fundaciones y demás, para que la gente del común (que no tiene mayor acceso a la información) no olvide a Guillermo Cano?

F.C.C.: Cuando estuve haciendo una conferencia en el Gimnasio Moderno, nadie sabía quién era Guillermo Cano Isaza.


Se hacen esfuerzos por tratar de mantener vivo su nombre. Primero que todo, el premio Guillermo Cano fue una manera, y que la UNESCO entendió perfectamente la importancia de Guillermo Cano en el periodismo colombiano pero como ejemplo para el periodismo mundial y se creó ese premio que lleva su nombre, entonces digamos que eso es muy bueno. Usted está aquí porque vio el premio Guillermo Cano y le dio curiosidad saber quién era ese tipo, y eso es un poco de lo que uno espera con ese premio. Ahora, recientemente pues se ha creado la cátedra Guillermo Cano en algunas universidades de Medellín, la idea es poder tener la cátedra en todas las universidades —ojalá de Colombia y Suramérica, por lo menos— donde se enseñe el legado de Guillermo Cano como una cátedra universitaria; eso va con la idea de recordar no sólo el nombre de Guillermo Cano sino la importancia de su ejemplo para el periodismo, para el buen periodismo.


Pero de ahí en adelante no es mucho más lo que se puede hacer, uno esperaría que en las facultades de periodismo el ejemplo de Guillermo Cano sea importante, que lo estén enseñando, no sé si lo hagan, pero la cátedra es una manera de conservar la imagen de un gran periodista como Guillermo Cano.


J.M.V.: ¿Por qué cree que la justicia se ha demorado tanto en resolver e investigar el caso?

F.C.C.: Primero que todo porque la justicia en Colombia es bastante precaria y muy influenciable por la amenazas, por el dinero, por los temores de los jueces, y yo creo que todo eso entró en el caso de Guillermo Cano. El abogado de la familia fue asesinado también —Héctor Giraldo Gálvez, un columnista de El Espectador y fue quién asumió la defensa de la familia en el caso—, la única juez que en su momento trató de vincular a Pablo Escobar y bueno ella terminó exiliada, todavía creo vive en Estados Unidos; bueno y así. ¿Por qué crímenes pagó Pablo Escobar? Por ninguno, y el de Guillermo Cano no era el único.

J.M.V.: Sí claro, leyendo incluso algunos artículos, se creen que hay más de cinco mil asesinatos que efectuó Pablo Escobar, como por ejemplo el de un policía llamado Franklin Quintero, pero tenemos que pensar que estamos hablando de personas que conoce la gente, cuántos muertos y asesinatos no conocemos de personas que también tenían unas intensiones transparentes con el país.


J.M.V.: ¿Cada cuánto se acuerda de su tío Guillermo?

F.C.C.: Pues aquí lo tengo jugando fútbol en mi oficina, somos hinchas de Santa Fe (risas). Me acuerdo mucho, como le digo, todos los días lo veo ahí en la imagen. Imagínese uno teniendo el puesto que él ocupó, pues uno todo el tiempo está pensando en tratar de estar a la altura de lo que él hizo, de manera que lo recuero mucho.

J.M.V.: ¿En qué se parece y en qué se diferencia con su tío Guillermo?

F.C.C.: Esa si me la puso muy difícil. Yo creo que en la timidez y en la introversión (risas) y en no querer ser figura de nada, en conservar el bajo perfil, que eso era muy de él, la conciencia clara de que los periodistas no somos protagonistas de nada ni debemos serlo. Yo estoy muy lejos de parecerme en algo más, trato de seguirle los pasos ahí a la sombra, pero estoy muy lejos de tener su cultura y su claridad conceptual.


J.M.V.: ¿Cómo vivió los 120 años de El Espectador bajo su dirección, sintió orgullo, de alguna forma fue una recompensa para la familia Cano, recordó a don Guillermo, qué tal el premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar ganado en el 2006, cómo se ha sentido desempeñando este cargo?

F.C.C.: Por supuesto que ha sido una reivindicación para la familia; yo sí creo. De todos modos el hecho de que un Cano esté al frente de El Espectador en un buen momento porque llegamos a los 120 años muy fortalecidos después de tantos problemas, de haber estado al borde del cierre y estar en una quiebra total, es bueno. El Espectador en estos años en que yo lo he dirigido —no voy a decir que es por mí, sino por un buen grupo de trabajo—, logramos sacarlo adelante cuando parecía imposible, realmente el periódico que recibimos estaba “foquiando” y hoy en día es un periódico fortalecido. Llegamos a los 120 años muy fortalecidos. Además haberle recuperado importancia periodística, no hay nadie que ponga en duda que El Espectador volvió a ser algo de lo que era. De manera que yo si llegué a los 120 años muy orgulloso, muy orgulloso del legado y de haber sido respetuoso de ese legado y pensando hacia delante haber cómo seguimos mejorando y fortaleciendo éste periódico, porque yo sí creo que Colombia necesita tener un periódico como El Espectador.


Nota: Fotografías 'El Espectador'.

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