Fidel Cano Correa: Pues la relación de tío a sobrino. No tuve la fortuna de trabajar con él, yo estaba estudiando cuando ejercía como director de El Espectador y cuando lo mataron. De manera que era una relación mucha más familiar; por ahí nos veíamos en los encuentros de familia en una finca que teníamos, pero ellos eran los que más la visitaban, entonces yo me les pegaba en esos paseos.
F.C.C.: Siempre hubo una gran admiración hacia don Guillermo por toda la labor que hizo como periodista. Lo aprendí a conocer leyendo sus columnas y sus editoriales y, evidentemente, toda la familia despertó ese gusto por el buen periodismo. Todos los familiares fuimos trabajando en el periódico, pero él era la cabeza editorial y el director, quién se metió en tan valientes batallas. Él siempre fue un gran ejemplo de periodista.
F.C.C.: Yo creo que debería, lo que pasa es que el periodismo escrito era más influyente de lo que es hoy en día. Sin embargo, sí creo que ese tipo de compromisos se podrían asumir más seriamente, pero es muy poca la gente que asume el periodismo de esa manera. En su momento, no había otros periodistas que denunciaran como don Guillermo.
F.C.C.: Hay que ver que en ese momento era otro país. Aunque había temor al revelar verdades —por la época del narcotráfico y el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla (ministro de Justicia, asesinado el 30 de abril de 1984)—, realmente nadie —ni sus hijos, ni siquiera él— se esperó que los tentáculos de esas personas llegaran hasta el punto de asesinarlo.
F.C.C.: Es muy difícil decirlo, él era muy encerrado en sus cosas, en si mismo. Por lo que dice su familia más cercana —su esposa y sus hijos—, él nunca manifestó que tuviera temores, sin embargo, está la famosa última entrevista que le dio a Cecilia Orozco (el 15 de diciembre de 1986) en la que dice que él no sabe qué pueda suceder al salir de las instalaciones del periódico. De manera que don Guillermo era consciente que había una amenaza latente, un peligro, pero él jamás pensó que las circunstancias llegaran hasta allá.
F.C.C.: Él sabía lo que estaba diciendo y a lo que se enfrentaba. No tenía la dimensión de que lo iban a matar, pero era consciente del tamaño de su enemigo, ya le habían matado a su amigo Rodrigo Lara. Eso hubiera sido inútil, seguramente yo hubiera tratado de que se cuidara un poco, pero yo creo que él jamás hubiera aceptado dejar de decir algo por temor.
F.C.C.: Digamos que nunca vale la pena algo que cueste vidas. Si no hubiera existido Guillermo Cano en este país habría caído más bajo y, aunque se cayó, gracias a él las cosas fueron mejores y no se tocaron fondos peores.
F.C.C.: Son muchos, pero obviamente en el momento de la noticia —eso no se me borra—, yo estaba en mi casa escuchando un partido de fútbol en la radio, cuando oí el extra de Yamid (Amat), y a mí me tocó ir a decirle a mi papá que atentaron contra la vida de mi tío Guillermo —en ese momento no se sabía que estaba muerto—. Recuerdo ese viaje en el carro desde la casa a la clínica en el CAN y pues cuando íbamos llegando en la radio dijeron que estaba muerto.
F.C.C.: Yo estaba estudiando literatura y filosofía, pero desde el comienzo, cuando decidí estudiar eso, estaba pensando en periodismo. Entonces sí, aunque no había entrado a trabajar en el periódico, había escrito algunas cosas. En el momento del asesinato de mi tío comience a hacer las prácticas en El Espectador.
F.C.C.: Porque yo nací dentro del periódico. Yo pasaba mis vacaciones en la redacción del periódico, incluso hacia un impreso que vendía en vacaciones a la gente que trabaja en el periódico, mi sitio de juego era en los rollos de papel en la bodega con mis primos (risas). Siempre estuve ligado a la prensa escrita, de ahí a radio o a televisión, eso problema de personalidad con esta timidez y poca habilidad para hablar, no creo que tuviera ningún futuro en algún medio audiovisual (risas).
F.C.C.: Ni idea. Yo creo que de alguna manera menos mal a él no le tocó vivir la crisis, no le tocó ver que El Espectador saliera de las manos de la familia, pues finalmente por haber hecho ese periodismo, El Espectador llegó a la quiebra por mantener, por poner —como siempre en toda su historia— por encima del negocio el periodismo. De manera que yo creo que hubiera sido muy triste para él haber visto algo así. Queda la duda si Guillermo Cano hubiera logrado mantener el periódico por encima de la quiebra, y yo creo que ni siquiera eso lo hubiera salvado.
F.C.C.: Esa es otra gran duda. Su familia inmediata —su esposa y sus hijos— fueron los únicos que vendieron todo; los demás, cuando se dio la venta, quedamos ahí con un porcentaje, que hoy ya no existe. Ellos decían que El Espectador si no es en manos de los Cano ya no es El Espectador. Pero no sé si Guillermo Cano hubiera seguido ese ritmo, yo diría que sí, es muy probable que sí, él hubiera tomado la misma decisión. Los demás pensamos que más valía que siguiera existiendo El Espectador así fueran otras manos. Lo que pensamos los otros, los que no eran de la pura familia de Guillermo Cano, lo que había que garantizar era la supervivencia de El Espectador y dejarlo en las mejores manos posibles.
J.M.V.: ¿Cómo cree que Guillermo Cano hubiera enfrentado el tema de pasar de diario a semanario?
F.C.C.: Con gran dolor, como nos dio a todos tener que pasar a semanario, pero El Espectador ha pasado por épocas mucho más difíciles que la de volverse semanario, y ha sido semanario en otras épocas, y al comienzo salía dos veces a la semana, y ha estado cerrado durante mucho tiempo, y el incendio, y cerrado por la censura muchas veces; de manera que pasar de diario a semanario realmente no es su más grave crisis.
F.C.C.: En su momento la decisión fue puramente económica, era reducir los altos costos que tenía la operación. El fin de semana es cuando más se mueve la publicidad y era quedarse con el “ahogado y el sombrero”; pero evidentemente que El Espectador siguiera existiendo y que fuera una voz distinta en su formato de semanario, cumple una labor tan importante como diario, obviamente que si está todos los días posiblemente tenga un poco más de influencia que saliendo semanario, pero digamos que lo importante fue que esa decisión fue la que permitió que el Espectador siguiera existiendo. Si hubiera seguido con las pérdidas que traían como diario, finalmente hubiera desaparecido. Además, le permitió recuperar su prestigio y su influencia, porque El Espectador al final cuando estaba de diario, realmente había perdido mucho de su influencia, estaba circulando mucho menos de lo que circula hoy en día como semanario. Eso fue jugada estratégica muy importante, le permitió a El Espectador recogerse un poquito, definir mucho más, volver a hacer ese periodismo combativo y de opinión que toda la vida ha sido y eso le permitió florecer.
F.C.C.: Sin duda alguna, pues a mí no me cabe duda. La quiebra de El Espectador se debe a eso, por ahí tratan de decir que los Cano eran muy malos administradores, eso no tiene nada que ver —y puede que hayamos sido malos administradores—, pero el hecho es que llegaron los “magos de hacer plata”, que es el grupo Santodomingo, y el periódico siguió perdiendo el doble de plata que perdía cuando estaba con los Cano, o sea que ese no era un problema de administración o de que hubiera muchos Cano trabajando en el periódico.
F.C.C.: Cuando estuve haciendo una conferencia en el Gimnasio Moderno, nadie sabía quién era Guillermo Cano Isaza.
F.C.C.: Primero que todo porque la justicia en Colombia es bastante precaria y muy influenciable por la amenazas, por el dinero, por los temores de los jueces, y yo creo que todo eso entró en el caso de Guillermo Cano. El abogado de la familia fue asesinado también —Héctor Giraldo Gálvez, un columnista de El Espectador y fue quién asumió la defensa de la familia en el caso—, la única juez que en su momento trató de vincular a Pablo Escobar y bueno ella terminó exiliada, todavía creo vive en Estados Unidos; bueno y así. ¿Por qué crímenes pagó Pablo Escobar? Por ninguno, y el de Guillermo Cano no era el único.
F.C.C.: Pues aquí lo tengo jugando fútbol en mi oficina, somos hinchas de Santa Fe (risas). Me acuerdo mucho, como le digo, todos los días lo veo ahí en la imagen. Imagínese uno teniendo el puesto que él ocupó, pues uno todo el tiempo está pensando en tratar de estar a la altura de lo que él hizo, de manera que lo recuero mucho.
F.C.C.: Esa si me la puso muy difícil. Yo creo que en la timidez y en la introversión (risas) y en no querer ser figura de nada, en conservar el bajo perfil, que eso era muy de él, la conciencia clara de que los periodistas no somos protagonistas de nada ni debemos serlo. Yo estoy muy lejos de parecerme en algo más, trato de seguirle los pasos ahí a la sombra, pero estoy muy lejos de tener su cultura y su claridad conceptual.
J.M.V.: ¿Cómo vivió los 120 años de El Espectador bajo su dirección, sintió orgullo, de alguna forma fue una recompensa para la familia Cano, recordó a don Guillermo, qué tal el premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar ganado en el 2006, cómo se ha sentido desempeñando este cargo?
F.C.C.: Por supuesto que ha sido una reivindicación para la familia; yo sí creo. De todos modos el hecho de que un Cano esté al frente de El Espectador en un buen momento porque llegamos a los 120 años muy fortalecidos después de tantos problemas, de haber estado al borde del cierre y estar en una quiebra total, es bueno. El Espectador en estos años en que yo lo he dirigido —no voy a decir que es por mí, sino por un buen grupo de trabajo—, logramos sacarlo adelante cuando parecía imposible, realmente el periódico que recibimos estaba “foquiando” y hoy en día es un periódico fortalecido. Llegamos a los 120 años muy fortalecidos. Además haberle recuperado importancia periodística, no hay nadie que ponga en duda que El Espectador volvió a ser algo de lo que era. De manera que yo si llegué a los 120 años muy orgulloso, muy orgulloso del legado y de haber sido respetuoso de ese legado y pensando hacia delante haber cómo seguimos mejorando y fortaleciendo éste periódico, porque yo sí creo que Colombia necesita tener un periódico como El Espectador.
Nota: Fotografías 'El Espectador'.
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